viernes, 26 de septiembre de 2008

Comienzo del proyecto

Hola en la clase del día 26 de septiembre, el profesor Octavio Campuzano nos ayudo a crear nuestro blog; en el cual estaremos trabajando durante el semestre con el tema: técnica y tecnología.

Como tarea consultaremos la wikipedia y el blog del profesor en la liga de portafolio para darnos una idea de cmo estreamos trabajando con nustro tema.

Hasta pronto, los compañeros que faltan por integrarse los esperamos la proxima semana.

2 comentarios:

Norma Enciso dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Carlos Arturo Herrera Galván dijo...

Nombre: Herrera Galván, Carlos Arturo.

Matrícula: 05-003-3202

Materia: Cultura científica y humanística II

Pedro Juan de Lastanosa

En el siglo XVI, la monarquía hispánica llevó a cabo la expansión territorial, militar y administrativa más rápida y descomunal de las presenciadas por la historia hasta entonces. Este proceso no pudo haber tenido lugar sin el respaldo de un paralelo desarrollo científico y tecnológico. Se puede decir que la ciencia y la tecnología no sólo seguían a las águilas del imperio, sino que también hacían posible su vuelo.

Juanelo Turriano, Pedro Juan de Lastanosa, Juan de Herrera y Jerónimo de Ayanz estaban provistos de una mentalidad científica nueva, derivada tanto de la teoría como de la experiencia y vinculada al servicio del Estado.

Pero la monarquía no fue capaz de asumir la empresa de modernización científica y tecnológica necesaria. El ansia reformista se irá diluyendo durante el siglo siguiente hasta convertirse en queja y pesimismo, contentándose el sentimiento de orgullo hispano con recrear alegóricamente las glorias del pasado.

Durante la Edad Media, los humanistas consideraban la actividad técnica como «mecánica» e indigna de su atención. La ciencia medieval seguía unos derroteros muy alejados de las aplicaciones prácticas; sobre todo, las de los «oficios del común», como la de la construcción de molinos. La clase instruida, la clerical y la monacal sólo se referían a la técnica como metáfora religiosa. La tecnología mayoritariamente no interesaba ni a los humanistas, ni a los clérigos, ni a los científicos medievales.

La situación empezó a cambiar con la llegada de un nuevo tipo de profesional: el ingeniero militar. Las necesidades de la guerra requerían una intendencia para las tropas. Todo esto implicaba una nueva tecnología diferente de la tradicional y un profesional más instruido que el antiguo «maestro en». En un principio fue el ingeniero militar el que se encargó de esta tarea. Se trataba de un hombre con una formación más profunda, con conocimientos científicos y matemáticos que le sirvieron para la introducción de cambios técnicos. Llegaron a escribir tratados para la instrucción de nuevos profesionales, y algunos de sus libros han llegado hasta nosotros, gracias a los cuales conocemos parte de sus innovaciones. Estos ingenieros situaron la técnica en los albores del Renacimiento, con un interés nuevo hacia las máquinas. De entre ellos, mencionaremos en esta ocasión a Pedro Juan de Lastanosa.

Pedro Juan de Lastanosa, aragonés, fue un ingeniero hidráulico. Perteneció a una familia de la baja nobleza aragonesa, aunque no llegó a conseguir el título de caballero. Frecuentó varias universidades, si bien no se graduó en ninguna. Fue un humanista integral, y sus conocimientos abarcaban desde las letras hasta las máquinas. Estuvo contratado por Felipe II, no como matemático, según se ha dicho erróneamente, sino como «machinario» y experto en fábricas y fortificaciones. Esto quiere decir que estaban a su cargo las cuestiones referidas a máquinas en las obras reales. También lo estaba el escribir sobre ellas. Por este motivo se conocen las patentes de algunas de las máquinas de Lastanosa, concedidas por privilegio real, y entre ellas un original molino que funciona por contrapesos. Se sabe, por la biblioteca que dejó inventariada al morir, que era un gran erudito, pues poseía libros de las más variadas materias, aparte de los de su profesión de «ingeniero en máquinas». También consta que escribió varios textos, entre ellos un «Discurso sobre las aguas de Serino», en los que se incide sobre la importancia del agua para mover molinos, refiriéndose a la ciudad de Nápoles. Así mismo redactó un manuscrito que consignó como «Libro de los ingenios», que luego llegaría a conocerse como Los veintiún libros de los ingenios y de las máquinas, copia del anterior conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid y conocida aún como «Pseudo-Juanelo».

La importancia de este tratado no ha sido aún debidamente resaltada. Es excepcional por el uso de los conceptos de cinemática y dinámica aplicada a las máquinas, en una época en que ni siquiera había llegado a formularse la teoría de la mecánica. Resulta sorprendente el que se lleguen a determinar rendimientos de máquinas basándose en conceptos tales como velocidad, caudal y pérdida de carga, enunciados sobre bases experimentales. Su método científico constituye de esta forma un desafío expreso al aristotelismo dominante. En definitiva, es la obra de un gran sabio, letrado, científico, matemático y experto en máquinas, como era Lastanosa.

Ahora bien, la frase de Lastanosa que a continuación se transcribe es reveladora y explica el porqué los humanistas del Renacimiento se ocuparon de algo tan aparentemente banal como las máquinas:

«Pues mi intento no es otra cosa sino tratar de los artificios que andan con agua, háme parecido no dejar ninguna cosa de las tocantes a los molinos, aunque parecerá a algunos que es materia infructuosa, por tratar cosa tan notoria a todo género de gentes y que no hay para qué escribirlo...».

«Bien creo yo que en tiempo de Vitruvio era harto manifiesta esta materia, pues había tantas gentes que se servían de los molinos para moler sus semillas. Mas Vitruvio no se afrentó de escribir el orden de cómo se habían de hacer los molinos de cenia... (aceña), cuánto más yo que no soy nada en comparación de un varón tan perito en arquitectura que no se corrió por ello, mas, antes bien, ha recibido mucha loa y fama de los posteriores».

Como se puede apreciar, Lastanosa se basa en la autoridad de Vitruvio, arquitecto romano del siglo I, admirado por los hombres del Renacimiento, para justificar que él -evidentemente un hombre de clase superior- se ocupe de una actividad hasta entonces del dominio común. Lo hace elegantemente y con modestia: «No soy nada en comparación de un varón tan perito en arquitectura». De esta forma, Lastanosa da una importantísima información sobre máquinas, especialmente sobre molinos, al mismo tiempo que vierte sobre ellos su erudición, elevando lo que era «del común» a la categoría de lo científico.

Pero Lastanosa no se limitó a proporcionar información sobre máquinas. Hizo algo más: saliéndose del marco de los «artificios que andan con agua», estudió un particular molino de viento, sólo porque su funcionamiento es similar a los hidráulicos. El molino en cuestión es uno de pivote, de aspas cuadradas de madera, tal como se usaban en Alemania y Flandes, donde Lastanosa había estado. Un ejemplo más de la conjunción entre teoría y práctica que caracterizó a los hombres del Renacimiento.

Aunado a lo anterior, vale la pena mencionar que existió en el siglo XVI, en la Corona de Aragón, un círculo erudito estrechamente vinculado con Italia, del que el mismo Lastanosa formó parte, que se ocuparon de una forma activa y práctica de estudiar y desarrollar la tecnología, actividad tradicionalmente vinculada a lo «manual» o «mecánico» y despreciada hasta entonces por los hombres cultivados.

Fuente:
GARCIA TAPIA, Nicolás (n. d.). “Los Molinos y los científicos españoles del Renacimiento” en REVISTA DE FOLKLORE, Fundación Joaquín Díaz, España. Artículo en línea. Disponible en http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=920 Consultado el 16 de octubre de 2008.